El concepto brecha sanitaria describe las diferencias entre la atención sanitaria que reciben diferentes grupos de personas.
Existen dos tipos de brechas sanitarias. La brecha geográfica describe las diferencias entre los sistemas de salud disponibles entre diferentes países. Esta brecha geográfica determina, entre otras cosas, la esperanza de vida al nacer, la mortalidad infantil o el número de muertes evitables por carencia de medios sanitarios básicos. Es, por ejemplo, determinante en la mortalidad maternal o la propagación del SIDA.
El segundo tipo es la brecha local, que describe diferencias entre diferentes grupos sociales dentro del mismo país. La brecha local es consecuencia de la desigualdad en el reparto de la riqueza dentro de una misma comunidad.
La brecha de la esperanza de vida se sitúa en los 6.000 $. La esperanza de vida promedio de los países con rentas per capita inferiores a esta cantidad es de 60,3 años, frente al promedio de 76,2 en los países con rentas mayores. Nacer en un país pobre implica vivir una cuarta parte menos (26,4%) que en el resto de los países.
Esta distribución tiene algunas características y excepciones notables.
- Sudáfrica se sitúa entre los países con menor esperanza de vida (55 años) a pesar de que por su nivel de renta debería superar los 70 años.
- Las desigualdades sociales de Rusia la llevan a tener una esperanza de vida de apenas 68 años con una renta per cápita de 21.246$.
- Cuba disfruta de la esperanza de vida más elevada (78 años) entre los países con rentas inferiores a los 10.000$.
- Todos los países con rentas mayores de 10.000$ superan los 70 años de esperanza de vida, con la única excepción de la Federación de Rusia.
- Todos los países que superan los 80 años de esperanza de vida disfrutan de rentas superiores a los 25.000$.
El caso de Sudáfrica es especialmente llamativo. Su baja esperanza de vida es ocasionada por la elevada incidencia del SIDA en el país, que afecta al 12% de la población y el 18% de los adultos. Esta cifra es consecuencia directa de la excéntrica política sanitaria adoptada por el gobierno sudafricano entre los años 2000 y 2007, negando la relación entre el virus VIH y el SIDA, rechazando la adopción de medidas de prevención del contagio, prohibiendo la distribución de retrovirales y adoptando tratamientos a base de ajo, aceite de oliva y limón como remedios para detener el avance de la enfermedad.
En el año 2010 el 47% de los fallecimientos fueron causados por el SIDA. La enfermedad afecta actualmente a casi seis millones de sudafricanos, de los que al menos cinco millones son achacables directamente a la política del Ministerio de Salud.