La mayor parte de los deportistas que participan en una olimpiada son muy buenos haciendo lo que hacen. Entre los residentes temporales de esta ciudad dentro de la ciudad se encuentran los veinte mejores del mundo en cada una de las disciplinas olímpicas. No es nada extraño, por ese motivo, que en la Villa Olímpica sea fácil encontrar a muchísimas personas con un ego gigantesco.
En las olimpiadas, al igual que en las empresas y en la calle es posible encontrar:
- Personas cuyo ego es tan grande como su nivel de competencia. Bolt tiene un ego inmenso, pero es tan sumamente bueno que se lo puede permitir.
- Personas cuyo ego es más pequeño que su nivel de competencia. Son fáciles de identificar porque se comportan con modestia y humildad incluso después de la victoria. David Cal, plata en Londres, participante en cuatro olimpiadas y ganador de cinco medallas olímpicas es uno de estos deportistas.
- Por último están las personas cuyo ego desborda su nivel de competencia, a veces de forma desproporcionada. A estos últimos se les suele identificar por como reaccionan en la derrota.
La gimnasta McKayla Maroney era favorita indiscutible para la prueba individual de salto en gimnasia artística. Su primer salto fue muy bueno, pero el segundo fue desastroso. Los jueces le otorgaron la medalla de plata en una decisión más que discutible. La tercera y la cuarta clasificada no fallaron en sus saltos. Maroney podía perfectamente haber quedado en cuarto o quinto puesto con su salto.
Maroney exhibió un comportamiento totalmente inadecuado en la entrega de medallas. Al subir al podio negó el saludo a la tercera clasificada y trató con una frialdad terrible a la ganadora, la rumana Sandra Raluca Izbasa. Pasó toda la ceremonia haciendo muecas con las que manifestaba su descontento con el resultado de la prueba. Lo más llamativo es que con su salto nunca debería haber subido al podio.
Nicolas Batum proporcionó otro ejemplo de comportamiento antideportivo en el partido de baloncesto de cuartos de final entre España y Francia. La agresión a Juan Carlos Navarro es descrita por los medios estadounidenses como uno de los incidentes más antideportivos de la historia del baloncesto.
Los casos de Maroney y Batum son ejemplos claros de personas incapaces de afrontar la derrota, personas que, a pesar de ser muy buenos en lo suyo, se creen que son aún mucho mejores. Cuando el ego supera la competencia, al final es inevitable que lleguen los problemas.
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