La crisis alimentaria de 2007/08, también conocida como la gran hambruna de 2007, fue causada por el súbito incremento en los precios de los cereales. En pocos meses el precio del trigo se duplicó y el precio de arroz se cuadruplicó.
La brutal subida de precios tuvo consecuencias inmediatas en el sudeste asiático y el norte de África. Tanto el trigo como el arroz son alimentos básicos de los que dependen países enteros. Alrededor de mil millones de personas vieron reducidas sus raciones diarias hasta caer en riesgo de desnutrición. Se estima que veinte millones de personas perecieron de hambre.
En occidente, tan acostumbrados como estamos a la abundancia, es difícil entender el impacto de una crisis como la del 2007, hasta el extremo de que esta tragedia global prácticamente pasó desapercibida para los medios de comunicación. Por ejemplo, en un país como Egipto, en el que treinta millones de personas viven en economía de subsistencia, duplicar el precio del pan significa que el 40% de la población pasará hambre. Esta fue posiblemente la semilla real de la llamada primavera árabe.
Los disturbios se extendieron por quince países. En todos los casos, el hambre y el descontento derivaron en crisis políticas, manifestaciones, represión y enfrentamientos, provocando la caída de algunos de los regímenes tradicionalmente más inmovilistas del mundo.
Lo más llamativo de la crisis alimentaria es que su principal causa era perfectamente evitable. Es cierto que confluyeron circunstancias desfavorables, como el aumento en el precio del petroleo, varios años consecutivos de malas cosechas (especialmente en Australia) y la utilización de cereales en la producción de bio-combustibles. Pero, por otra parte, todo apunta a que el principal factor en el aumento brutal de precios fue la especulación en los mercados de futuros de alimentos.
La especulación con las materias primas existe desde antes de la existencia de los propios mercados de futuros. De hecho, los mercados de futuros son muy prácticos para amortiguar los efectos de la especulación. Por otra parte, es la primera vez en la historia que el mercado de alimentos está completamente globalizado. Antes, la dispersión geográfica impedía que unas pocas personas controlasen una parte significativa de la producción de alimentos. Ahora, un grupo reducido de personas puede controlar una parte significativa de la cosecha mundial. La crisis alimentaria de 2007 nos muestra las consecuencias de perder la ética cuando se comercia con algo tan importante como el alimento de miles de millones de personas.
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