A través de este cambio observable, las actividades de formación introducen variaciones en la forma en la que las personas desempeñan su trabajo, proporcionando como resultado mejoras en la productividad, la eficiencia o la calidad.
Las funciones de la formación se resumen en cuatro tipos diferentes de cambio que podemos intentan inducir en las personas:
- Capacitación. Consiste en proporcionar nuevos conocimientos específicos orientados a resolver tareas concretas.
- Integración. Consiste en incrementar la motivación de los empleados y su orgullo de pertenencia a la organización.
- Desarrollo. Consiste en incrementar el mapa de competencias de las personas, posibilitando que asuman nuevas responsabilidades.
- Transformación. Consiste en modificar la cultura de trabajo de las personas, esto es, la forma de pensar y actuar que los empleados consideran como correcta en su contexto laboral.
El éxito de un programa, curso o actividad depende de identificar con precisión el tipo de cambio que queremos inducir y escoger las dinámicas adecuadas para ese tipo de cambio.
Es frecuente, además, que los programas y los cursos de formación en las empresas combinen varias de estas funciones. Por ejemplo, los cursos de nuevos empleados suelen incluir un componente muy importante de integración (bienvenido a la empresa), bastante transformación (aquí las cosas se hacen así) y un poco de capacitación (estas son tus herramientas de trabajo).
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