El salario emocional comprende todos los aspectos en la relación entre la empresa y el empleado que inducen que éste último sienta el deseo de permanecer en la empresa más allá de sus necesidades económicas.
El efecto motivador del salario emocional es muchísimo más importante que el de su equivalente monetario. Un aumento de sueldo genera satisfacción a corto plazo, pero a medio y largo plazo las personas asumen que si ganan un salario concreto es porque lo merecen. Más aún, las personas perciben que su salario es justo esencialmente por comparación con el salario de otras personas que realizan, según su opinión, un trabajo similar. Siempre será posible encontrar una persona que realice un trabajo que consideramos menos transcendente que el nuestro y que está mejor retribuido. Independientemente del dinero que ganen, con el tiempo todos los empleados tienden a pensar que pueden y merecen ganar más.
El salario emocional genera motivación de forma permanente.
Las empresas disponen de infinidad de formas de generar salario emocional gastando cantidades irrisorias de dinero. El salario emocional es todo aquello que haga la empresa por el empleado y que le proporcione satisfacción personal.
El catálogo de posibilidades es infinito: regalar un recordatorio a los empleados que cumplen determinado tiempo en la empresa; enviar flores o un regalo a los empleados que acaban de tener descendencia; facilitar los medios para que los empleados contraten sus vacaciones en condiciones ventajosas; proporcionar horarios flexibles; disponer de mecanismos de reducción de jornada para las personas que lo necesitan por su situación personal; ayudar a buscar alojamiento a los empleados desplazados de sus hogares durante largos periodos de tiempo; organizar actividades deportivas y culturales para empleados y su familia directa; etcétera.
Las personas valoran mucho los detalles.
En cierta ocasión un colega del mundo de la consultoría me comentó que había adquirido un jamón navideño a través de una oferta disponible en la intranet de la empresa. El precio y la calidad eran estupendos. A su familia le gustó tanto que la compra del jamón de la empresa se había transformado en una especie de tradición. Todos los años, a mediados de diciembre el jamón llegaba al hogar y ocupaba un puesto preferente en la cocina hasta que sólo quedaba el hueso, que una vez troceado seguía generando emociones positivas durante meses en el cocido madrileño de los fines de semana. El jamón cobró tal protagonismo en la vida familiar que terminó por entrar en las ecuaciones racionales que consideraba el empleado cuando pensaba en la posibilidad de cambiar de empleo.
La historia del jamón, siendo tan solo una anécdota, es un buen ejemplo de cómo actúa el salario emocional y porqué preocuparse por él es tan rentable para las compañías. El factor emocional es determinante en la forma que tenemos los humanos de tomar decisiones. Cuidando las emociones que sienten los empleados hacia la compañía lograremos mejorar su productividad y lealtad sin apenas necesidad de gastar dinero. Es triste, pero en algunas empresas el simple gesto de que los directores se dignasen a dar los buenos días a los empleados supondría un cambio radical en la relación emocional entre la empresa y las personas que la componen.
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