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domingo, 12 de agosto de 2012
Historias olímpicas (10) - Tom Daley
La historia de Tom Daley es una muestra de cómo la presión irracional puede afectar al rendimiento de las personas, por muy competentes que sean. El saltador británico ha logrado la medalla de bronce en los saltos desde la plataforma de diez metros. Un éxito extraordinario para este joven de 18 años. La celebración que hizo Daley de su bronce ha sido una de las mayores de toda la olimpiada, superando en alegría y entusiasmo al ganador del oro, el norteamericano David Boudia.
Para ejecutar un buen salto desde la plataforma de diez metros hay que tener una técnica excelente, una habilidad gimnástica comparable a la de los especialistas de gimnasia artística y una extraordinaria forma física. Pero además, saltar desde la plataforma requiere muchísimo valor. El impacto contra el agua se produce a una velocidad aproximada de 70 km/h. Solo este factor es el origen de multitud de lesiones. En la final, el saltador alemán Martin Wolfram se dislocó el hombro en el último salto teniendo que ser retirado de la piscina por su equipo. Este tipo de lesiones son habituales en esta especialidad deportiva. Después está el riesgo de impactar en el salto contra la plataforma de cemento. Cuanto más cerca de la plataforma se salta más fácil es mejorar la entrada en el agua lo que mejora la puntuación. Los jueces pueden penalizar un salto por peligrosidad, pero esto no es algo que suceda en una final olímpica por mucho que algunos saltadores se jueguen la vida en cada salto.
Tom Daley ganó el campeonato británico de saltos en enero de 2008, con trece años. Con catorce años participó en la olimpiada de Beijing en las modalidades individual y sincronizada de plataforma de diez metros, quedando séptimo y octavo respectivamente. Los medios de comunicación británicos se fijaron en el prodigio adolescente y lo convirtieron en el modelo y la referencia para todos los atletas británicos. La victoria de Daley en el campeonato mundial de Roma de 2009 confirmó su condición de favorito popular.
Los medios de comunicación británicos han estado los últimos cuatro años colgando cada día la medalla olímpica de oro en el cuello de Tom Daley. Sus victorias ocupaban portadas, pero también sus pocos saltos fallidos. Daley fue convertido contra su voluntad en un símbolo de los juegos olímpicos y esto le transformó también en el objeto de insultos y chanzas por los opositores a la olimpiada de Londres. Para empeorar las cosas, Daley fue presentado por algunos políticos oportunistas como el adolescente ejemplar, en contraposición a los jóvenes que protagonizaron los incidentes violentos del verano de 2011. Este incidente que no tenía ninguna relación con el saltador empeoró el acoso sistemático que sufría desde hace años. Twitter ha sido la plataforma preferida para hacer llegar las amenazas y los insultos. Los ataques hacia Tom Daley llegaron a convertirse en Trend Topic. Daley cuenta con más de un millón de seguidores en Twitter. Por muy bajo que sea el porcentaje, es inevitable que entre ellos haya un número considerable de sociópatas.
Daley ha soportado durante cuatro años toda la presión del público británico hacia sus deportistas. En la ceremonia inaugural Cris Hoy llevaba la bandera británica, pero durante los cuatro años previos el abanderado virtual fue Daley. Cuando los británicos pensaban en sus opciones de medalla el primer nombre en la lista era Daley. La presión que ha sufrido ha sido permanente, desproporcionada y con frecuencia extremadamente cruel.
En los saltos desde la plataforma de diez metros no hay apenas margen para el fallo. Daley superó la ronda preliminar en la posición 15 (clasificaban 18). Inmediatamente recibió cientos de insultos y amenazas a través de Twitter. En ese momento una parte de la prensa reaccionó y denunció la campaña de presión que estaba sufriendo el deportista. Se publicaron algunos de los tuits amenazadores y el público empezó a reaccionar. Las muestras de apoyo empezaron a llegar de todas partes. Daley superó la semifinal en cuarta posición, aunque la tensión y el miedo se percibían en cada salto Las siguientes horas fueron decisivas. Daley se liberó de la presión y volvió a ser el mismo de siempre. Su medalla de bronce fue más que merecida.
La historia de Daley es un ejemplo de cómo la presión puede afectar incluso a los mejores. Si quieres resultados, lo mejor es que las personas trabajen en paz. La verdad es que gustaría ver saltar desde la plataforma de diez metros a las decenas de periodistas y las decenas de miles de acosadores y graciosos que convirtieron a Daley en el objetivo de su crueldad y estuvieron a punto de arruinar su sueño olímpico.
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